lunes, 8 de julio de 2013

昭和館、National Showa Memorial Museum

                                                 



















 Showa-kan es una institución gubernamental que se encarga de guardar y dar a conocer cómo era la vida durante e inmediatamente después de la segunda guerra mundial. Esto, con el objeto de que los japoneses, y todos los visitantes del museo, no olviden que el ahora moderno pueblo japonés tuvo que sufrir una guerra y vivir con muchas carencias hace no tanto tiempo.  Este museo trata de acercarse lo más posible a la realidad de esos tiempos, por esa razón, aunque recibe presupuesto gubernamental es dirigido y administrado por la Asociación de familias enlutadas por la guerra japonesa. 

 El edificio de Showa-kan se encuentra en la estación Kudanshita del metro de Tokio. Está justo al salir de un paso a desnivel lo cual hace aún más impresionante la grandeza del edificio. Sin embargo, la mayoría de los pisos están destinados no a exhibiciones sino a archivos de documentos y bibliotecas que puede usar cualquier persona que desee saber más de la vida durante la guerra. En esta ocasión iba a ver una exposición del ilustrador Jun'ichi Nakahara (de la que hablaré en otra ocasión), pero como me sobraba tiempo y la entrada era muy barata (150 yenes para estudiantes, 22 pesos mexicanos, 1.5USD) decidí aprovechar. 

 La institución Showa-kan recibe su nombre del periodo Showa, en el cual tuvo lugar la guerra. Este periodo abarca del año 1926 a 1989, años en los que el emperador Hirohito estuvo a cargo. Al ser un periodo tan largo no se puede hablar de características generales y decir: la era Showa era así. Por esa razón se le suele dividir en: principios de Showa (1926-1939), la guerra, posguerra, periodo de alto crecimiento económico y burbuja económica. Las piezas en este museo datan de los años 30 hasta los años 60. A pesar de lo barato de la entrada, el museo cuenta con un folleto general y un folleto para cada parte de la exposición. Además hay dos versiones, una para niños de primaria y otra para adultos. Así que uno puede dedicarse a observar las piezas con mucho cuidado y después, en casa, leer con más calma los folletos. Todo está tan clara y extensamente explicado que será muy difícil que pueda escribir aquí todo y aún así se volverá una entrada muy larga. 

Campos en medio de la ciudad 

 El primer piso de la exposición empieza con los preparativos de aquellos que habían sido llamados a participar en la guerra. En ese entonces el servicio militar era obligatorio y los 赤紙"akagami" (lit. papel rojo, porque estos avisos venían impresos en un papel muy rojo)  (su nombre oficial es: 召集令状 "shoushuureijou", lit. orden de reunirse. O sea, reunirse bajo las órdenes del ejército) empezaron a ser enviados a todos aquellos hombres jóvenes y sanos para que se enlistaran en el ejército y apoyaran la causa imperial.
 Las mujeres no participaban en el ejército, pero sufrían de igual manera cuando alguno de sus hijos, esposos, familiares o conocidos eran llamados. Ellas, para apoyarlos, bordaban fajas con mil puntos rojos (me recuerda mucho a las mil grullas) llamadas 千人針(sen-nin bari, lit. agujas de mil personas), cada uno de los puntos tenía que ser bordado por una mujer diferente. ¿Cómo reunía una pobre madre la ayuda de 1000 mujeres diferentes? Las podía uno encontrar en los puentes, sosteniendo las fajas y pidiendo a otras mujeres que bordaran un punto para sus hijos. Por supuesto, era muy común que las otras mujeres también pidieran lo mismo. Las fotografías que había en el museo eran ya bastante impresionantes, pero después tuve la oportunidad de comentar este punto con un señor que vivió la guerra siendo niño, el más pequeño de la familia y me decía que recordaba como su mamá y sus hermanas salían a la calle a pedir que les bordaran un punto para sus 2 hermanos mayores que fueron a la guerra. Desgraciadamente uno de ellos murió. Oírlo de viva voz hizo que se me salieran las lágrimas.

 La siguiente sala regresa un poco en el tiempo y nos muestra cómo vivían los japoneses en el año de 1935. En Tokio ya había electricidad y radios, pero eran muy caros para que una familia los pudiera adquirir. Casi todos contaban con bombas de agua en sus casas, pero no tenían electrodomésticos, por lo que las mujeres tenían que dedicar la mayoría de su tiempo a las tareas del hogar. La mayoría de las mujeres japonesas usaban kimono y, al parecer, era toda una odisea lavarlos. Como no cabían en las pequeñas tinas tenían que descoserlos y volverlos a coser después de lavarlos. Los baños eran más bien letrinas, donde una vez a la semana una persona o algún camión pasaba a recoger los deshechos. De hecho, esto continuó hasta hace relativamente poco, el drenaje tardó mucho tiempo en llegar a toda la ciudad de Tokio. Gente de 30 años aún cuenta que en sus casas, cuando eran niños, se apestaba el día que pasaba el recogedor. Hasta ahora he podido confirmar que el drenaje para los baños llego en la década de los 70 al distrito de Ota y a mediados de los 80 a la zona de Tama.

 Al empeorar la situación de la guerra lo primero que empezó a escasear fueron los alimentos. El gobierno hacía una repartición, pero no era suficiente. Cuando no tenían arroz entonces repartían papas o camotes. La gente, para no quedarse sin alimentos empezó a sembrar diferentes verduras en sus pequeños jardines. En esta parte de la exposición me llamaron mucho la atención los carteles de ese entonces que decían cosas como: "Los lujos son el enemigo" "Aguantemos hasta que ganemos", etc.

 Además de esa educación en las calles para apoyar la guerra, las escuelas primarias también sufrieron muchos cambios. Los niños dejaron de ser niños para llamarse "shokokumin" 小国民 o pequeños nacionales y la educación se volvió más práctica. En lugar de leer y leer, aprendían artes marciales, enfermería, bordado y, cuando fue necesario, los niños trabajaron por horas en fábricas haciendo trabajos relativamente simples. Al empezar la guerra en el Pacífico los bombardeos aumentaron y el gobierno decidió sacar a los niños hacia provincias más lejanas de los objetivos estadounidenses. Muchos de ellos fueron con sus familiares lejanos y otros tuvieron que ir solos y vivir en templos u hoteles y estar al cuidado de sus profesores de escuela.

 El 10 de marzo de 1945 hubo el que sería el más grande bombardeo a la ciudad de Tokio. El ejército estadounidense bombardeó Tokio con 300 B29, los incendios fueron terribles (más, pensando que las casas en Japón son de madera) y se cree que más de 100,000 personas murieron en esa sola ocasión.

 Con el fin de la guerra, entre los escombros, la vida empezó a volver a la normalidad. Según los periódicos de la época, lo que la gente más añoraba era poder dormir tranquila, sin vivir con la angustia de escuchar las alarmas de bombardeos y tener que salir corriendo. La comida y otros productos seguían escaseando tanto que en el mercado negro el precio del arroz era 132 veces más caro. Después del bombardeo la gente no tenía donde vivir así que, literalmente, dormían en hoyos y escombros. La higiene empeoró muchísimo. Era tanto el problema que el gobierno estadounidense decidió hacer una campaña para desinfectar a la gente. No fue nada amable. ¡Los formaban y los rociaban de DDT!
 Niños de la calle fumando 


 Otro de los problemas del fin de la guerra fue la disminución de la población masculina. Muchos murieron en guerra, otros quedaron discapacitados, la mayoría de las familias se quedó sin una entrada de dinero y sin quien pudiera apoyarlos. El gobierno creó algunas casas-hogar para mujeres con niños pequeños donde podían trabajar y cuidar a sus niños al mismo tiempo. Sin embargo hubo otros pequeños mucho menos afortunados. Aquellos que se fueron solos a los refugios en las provincias y regresaron a Tokio para descubrir que toda su familia había muerto. El gobierno no pudo reaccionar rápidamente y muchos de ellos tuvieron que repartir periódicos (en el mejor de los casos) para sobrevivir o simplemente vivir en la calle. Algunos cayeron víctimas de las adicciones al cigarro y acabaron por morir pronto. Uno de estos casos queda ilustrado en la obra de Nosaka Akiyuki, "La tumba de las luciérnagas" (que es también una película de Studio Ghibli).

 La alegría más grande de los niños era, irónicamente, cuando pasaban los jeeps estadounidenses regalándoles chocolates Hershey's. No era raro que los niños vieran a un soldado estadounidense y le dijeran: "gibumi chocoreit". Poco a poco la vida volvió a la normalidad y Japón empezaría su periodo de rápido crecimiento económico.

 Además de esto, las piezas que más me impresionaron fueron una mochila hecha con hojas de bambú porque todos los demás materiales habían sido requisados por el gobierno para el ejército. Una vajilla de cerámica que decía: Tokyo 2600 Olympic (los juegos olímpicos de 1940 habían sido asignados a Tokio y esa fecha coincidía con el 2600 aniversario de la fundación de Japón, detalle muy importante para las fuerzas imperiales. Hablaré de este tema más a profundidad en la entrada de la exposición de Tokio 1964).

 La visita a Showakan debe ser tan obligada como ir al museo en Ueno. Toda la historia del siglo XX en Japón se puede comprender mucho mejor después de observar su exhibición. Sobre todo, es muy conmovedora e impresionante. Además se puede escuchar el audio original del mensaje de Hirohito al terminar la guerra, puede uno probarse la ropa que usaban para esconderse en los refugios anti-bombardeos y se puede experimentar la sensación de esconderse en uno de estos refugios. Todo muy impactante.

www.showakan.go.jp



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